“El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor”. Jorge Ortega y Gasset
A lo largo de los conversatorios, se ha recalcado la importancia del diálogo con las comunidades cuando queremos desarrollar proyectos para estas. Estos procesos, que buscan dar sentido al proyecto desde un enfoque a las necesidades y particularidades de cada comunidad deben ser traducidos en un espacio físico. ¿Cómo logramos un espacio que sea verdaderamente representativo del proceso de un taller participativo? Estos proyectos no solo deben ser concebidos tomando en cuenta la narrativa propia de cada comunidad, también deben buscar la creación de una nueva narrativa, una narrativa que genere justicia espacial.
Luis Enrique Flores y Armida Fernández, directores de Estudio ALA, se describen como coleccionistas de experiencias. Las experiencias, como algo abstracto e intangible, se convierten en algo real y concreto a través de los objetos. Una reflexión que nos lleva hacia la importancia de construir relaciones sociales, culturales, hasta espirituales que deriven en especializaciones que respondan a diferentes funciones. En ese sentido la historia nos ayuda a construir el espacio, y su producción como proceso de diseño para compartir experiencias que responden a ciclos con capas de información; ya sea por comportamientos, patrones o atractores espacio-temporales.
Los objetos, enriquecedores de los espacios y narradores de historias, llegan a convertirse en un elemento clave a la hora de pensar en un espacio. Estos son un reflejo del contexto y de la relación de las personas con este. En este sentido, al pensar en “objetos” no se trata solamente de pensar en la formalidad de estas cosas, sino más bien en lo que estos objetos representan para una persona o una comunidad.
Al presentarnos su proyecto “Capilla Centinela”, se introduce el tema de la memoria, y el rol fundamental de esta en la calidad de la humanidad. En las palabras de Jorge Ortega y Gasset, “El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor”. Se debe entablar un diálogo entre el pasado, el presente y el futuro, entendiendo cómo las tradiciones han dado -y seguirán dando- forma a las comunidades.
Esta reinterpretación de las tradiciones se logra a través de una constante búsqueda por entender el contexto, la cultura, los materiales y la relación de las personas. Una decisión tan sencilla como la utilización de materiales locales puede llegar a tener un gran impacto en la manera en que un proyecto se llega a establecer como parte de una comunidad. Al utilizar un material que es común en la zona, no solo se facilita la construcción y se reducen los costos. La reminiscencia al pasado que se logra a través de técnicas tradicionales, logra que el proyecto sea un reflejo del contexto y de la comunidad.
La observación es clave al iniciar un proyecto. Cuando llegamos a un sitio, debemos llegar con una actitud de humildad y abiertos a aprender de este. No sabemos qué vamos a encontrar, y una lectura adecuada del contexto trata de entender los aspectos físicos y sociales de este. Entendiendo que cada comunidad es diferente, que cada una tiene su propio ecosistema, el enfoque de cada proyecto siempre debe ser único.
Estudio ALA presentó su proyecto “Ruta transmigrante”, un proyecto en el que entender la experiencia de los migrantes fue la clave. Para esto, fue necesario vivirla. Caminar por la misma ruta que utilizan los migrantes, para lograr una comprensión espacial de la experiencia. La conclusión: esta ruta, este espacio no es estático. El “espacio” se convierte en un elemento en movimiento. La experiencia del migrante no está sujeta a un solo momento o lugar, al contrario. Esta se define por cada paso, y así como el paisaje, la experiencia es dinámica. De esta forma, la respuesta a esta situación no podía ser llevada a cabo en un sitio específico, debía formar parte de la dinámica del migrante, y acompañarlo durante el trayecto.
Para lograr la integración entre una comunidad y el espacio, es esencial que esta se apropie de este. En el proceso de lograr esta integración, los talleres participativos se convierten en una herramienta esencial. En estos se rompe la jerarquía entre el diseñador (que no llega a imponer) y la comunidad (que debe sentirse escuchada). Cuando los miembros de esta última se sienten empoderados y parte del proceso de diseño, sentirán que el espacio es de ellos. Al igual que Alejandro Echeverri, Estudio ALA señala la importancia de crear confianza, y como esto no es resultado inmediato de un proceso, sino que toma tiempo.
La arquitectura es una herramienta, que, en las palabras de Luis Enrique, “nos permite generar cosas que van mucho más allá de esta”. Cuando los diseñadores concebimos un proyecto, el enfoque no debería de estar solamente en la concreción de un edificio, una ventana o un muro. Debemos pensar en el potencial que tiene un espacio para crear experiencias, integración y justicia.
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