“(...) Enmarcamos la investigación activa como un proceso democrático para dar soporte a la creación de nuevo conocimiento que puede ser potencialmente liberador”
-Greenwood and Levin
Para lograr acercarnos a la justicia espacial es imperante trabajar directamente con aquellas personas que experimentan la injusticia dentro del contexto. Pero se trata de involucrarlos directamente en todo el proceso -el antes, el ahora y el después-, y no solo como insumos para establecer una base de datos, o un guion de diseño que nos permita desarrollar un proyecto. Teddy Cruz y Fonna Forman nos acompañaron en un conversatorio estimulante, donde nos comentaron la importancia del trabajo con comunidades a partir de su experiencia en la frontera San Diego-Tijuana. Como una práctica arquitectónica y política, el Estudio Teddy Cruz + Fonna Forman profundiza sobre temas de justicia espacial desde perspectivas que nos obligan a repensar la forma en que se llevan a cabo los procesos de participación, y el enfoque de nuestra profesión hoy en día. Cruz y Forman, afirman que la producción del conocimiento tiene que partir desde una ‘humildad epistemológica’ que reconoce la importancia de trabajar en zonas vulnerables o de conflicto; donde los proyectos funcionan como interfases que articulan esfuerzos ciudadanos, y estos a su vez, tienen un reto de transferencia curatorial de la información para que sea entendido de manera comprensiva por la ciudadanía. Es por ello que el urbanismo que trabaja en la “informalidad” es una praxis, donde se estudian y trabajan las distintas ‘nociones de ciudadanía’ y su relación con la justicia espacial. Dichas nociones repercuten en la gobernanza local de manera asertiva, como un sistema socioecológico dispuesto a visibilizar la representatividad popular, voces y esfuerzos colectivos. En la obra de Cruz y Forman destaca la importancia de establecer ‘sistemas de curaduría’ en los proyectos e iniciativas que funcionan como estaciones comunitarias, facilitando el empoderamiento comunitario; trabajando sobre lo existente y compartiendo la noción y responsabilidad a la hora de planificar y desarrollar.
La relación que se ha desarrollado mayoritariamente entre comunidades y expertos es una en que las comunidades son percibidas como “necesitadas”, recipientes del conocimiento que los expertos puedan aportar, pero rara vez, incluidas como actores claves en el desarrollo de conocimiento y soluciones. En este sentido, Forman y Cruz presentan una fuerte crítica sobre la manera en que las Universidades y los desarrolladores llevan a cabo proyectos donde rige una clara jerarquía vertical.
En su práctica, Cruz y Forman ven al investigador y a la comunidad como “socios”, que, en sus palabras, son absolutamente esenciales en la coproducción de conocimiento y soluciones para los retos más urgentes. Forman menciona como esta colaboración requiere una “humildad epistémica”, poco usual entre los profesionales investigadores. Esta “humildad epistémica” se trata de una postura de humildad, en la que como diseñadores o investigadores debemos entender que no sabemos todo lo que creemos saber e incentivar la producción colectiva de conocimiento.
Cruz postula una potente pregunta: ¿cómo comunicamos esta idea a quienes no creen en estas posturas? ¿Cómo reorganizamos las jerarquías y metodologías del trabajo con comunidades? Para responder a estas preguntas, Teddy Cruz nos menciona la importancia de generar nuevos modelos de representación política, de transferencia curatorial e intervención en instituciones. Se trata de convertirnos en mediadores entre los diferentes actores que estarán involucrados en el proyecto. Al involucrar este sentido político de la construcción de ciudad, necesariamente estamos abordando temas de derechos humanos, que se traducen tanto a derechos económicos y sociales como espaciales. El derecho a la ciudad entonces, se convierte en el derecho no solo a un espacio accesible y estético, sino también al derecho a una ciudad que ofrezca oportunidades económicas y equidad social.
Fonna Forman afirma que, como arquitectos, podemos ayudar a traducir el conocimiento para las comunidades y quienes toman las decisiones importantes en los contextos urbanos. Según Teddy, los arquitectos “podemos añadir momentos de inspiración y esperanza” dentro de las comunidades. Estos momentos permitirán robustecer los proyectos, al involucrar de una manera mucho más completa a comunidades, instituciones y desarrolladores. Pero añadir esta inspiración o reforzar la esperanza no es suficiente. Nuestra participación en estos proyectos no debe quedarse simplemente en lo simbólico, sino que debe ser traducido a lo funcional, a la búsqueda y obtención de soluciones concretas a problemas reales.
El tema de curaduría generó una discusión importante. ¿Quién construye el conocimiento? ¿A quién beneficia? Estas son algunas de las preguntas que nos debemos hacer cuando realizamos una investigación. Entendemos que el conocimiento se construye a partir de procesos e involucramiento de muchos actores, y que este conocimiento debe ser validado y curado para lograr avanzar en los proyectos. Lograr nociones filtradas para comprender el día a día de las comunidades, y establecer un lenguaje para comunicar nuestro trabajo de una manera efectiva y clara se convierte en un factor determinante para medir el éxito de un proyecto.
Una importante idea que nos menciona Teddy es la de visibilizar lo invisible. En el contexto de su trabajo junto a Fonna, lo “invisible” se refiere a los flujos migratorios que tienen lugar en la frontera Tijuana-San Diego. Pero estos actos invisibles se plasman de muchas formas diferentes en los distintos contextos y realidades. En relación al enfoque de género, podemos retomar lo que Zaida Muxí nos mencionó en el primer conversatorio: el papel invisibilizado de la mujer en la sociedad, aún cuando representan roles fundamentales dentro de esta. Pero para visibilizar todas estas realidades, es necesario repensar los esquemas sociales que han predominado hasta ahora: re pensarlos a partir de intereses y valores compartidos.
Después de la conversación podemos creer que cómo arquitectos, uno de nuestros mayores retos es el de colaborar en la reestructuración de procesos y sistemas que han establecido la manera en que se llevan a cabo los proyectos con comunidades. Eliminar la jerarquía de un profesional o un desarrollador y convertirnos en herramientas de traducción que median entre las comunidades y las instituciones, para lograr que las decisiones urbanas sean tomadas con las comunidades que han sido marginalizadas en estos espacios y procesos.
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