-Pequeñas tácticas del hábitat- Foucault
Cuando hablamos de procesos de participación podemos caer en la trampa de pensar que todo proyecto que involucre a la comunidad en cualquier etapa del proceso puede ser denominado como participativo. Pero, si vemos la escalera de participación ciudadana de Roger Hart, podemos ver como muchos proyectos pueden caer dentro del escalón de “no participación” y que son pocos los que realmente logran procesos participativos que empoderan e involucran completamente a la comunidad. ¿Cómo podemos lograr que nuestros procesos lleguen a este escalón superior?
Vale también la pena reconocer que los proyectos se rigen por la necesidad programas y políticas públicas relevantes, por tanto estos esfuerzos son importantes y requieren la atención de arquitectxs, y planificadores urbanos. Este involucramiento debe ser sostenido y comunicado adecuadamente a la ciudadanía para ser asertivos en cuanto al reconocimiento de esfuerzos y procesos que están por encima de los resultados. Por tanto el poder informar y traducir esfuerzos dentro de sistemas curadurías es relevante para una ciudadanía empoderada y dispuesta a replicarlos.
En el conversatorio “Procesos de Involucramiento y co-creación” con Surella Segú, tuvimos la oportunidad de ahondar en la importancia y el impacto que pueden tener los procesos de diseño cuando son desarrollados bajo un enfoque de participación genuina.
Surella nos menciona una realidad que es muy común en los países latinoamericanos: la pérdida de confianza que existe en el gobierno y las instituciones por parte de la ciudadanía. Como resultado de ello, los procesos participativos con comunidades se complican, pues existe una incredulidad hacia lo que estos procesos puedan llegar a generar.
Pero cuando existe una ausencia de personas en los talleres participativos, Surella Segú nos plantea una alternativa: no esperar que la gente llegue, sino más bien, ir a los lugares donde está la gente. Esto significa salir a la calle, exhibir la información en los sitios más frecuentados, donde exista un contacto más directo y natural con la comunidad.
Para Surella, un valor fundamental dentro de estos procesos es la paciencia. Cuando nos involucramos en procesos sociales y urbanos, debemos entender que se trata de procesos largos. Y que, aunque nuestro tiempo (como arquitectos, diseñadores o investigadores) dentro del proyecto se acabe, este seguirá un proceso activo, de transformación, mejoramiento o adaptación. Y esta parte del proceso, en la que talvez ya no estamos involucrados, es liderada por las comunidades. Por esta razón, es esencial transmitir la información a las personas, fortalecer sus talentos y habilidades para que el proyecto, una vez que quede en sus manos, pueda seguir teniendo el impacto esperado.
Segú nos menciona también una serie de estrategias a través de las cuales sus proyectos buscan la justicia espacial. En primer lugar, está la construcción de una visión creada en conjunto con la ciudad. Esta visión debe establecerse desde los deseos y necesidades que tenga la comunidad para su ciudad. Una vez definida esta visión colaborativa, se logra trazar un norte para el proyecto, guiado por aspiraciones y oportunidades. A partir de esta visión, se deberá construir un plan estratégico, que responde a la misma, con pautas que pueden ir desde la peatonalización a la naturalización del espacio urbano, siempre buscando generar espacios de calidad y seguros para la comunidad. Un elemento muy importante debe ser la preservación del patrimonio e historia de una comunidad. Se trata de reforzar la identidad que ya existe dentro de la comunidad, y así lograr un impacto contextualizado.
Para Surella, la implementación es fundamental, porque en sus palabras “es donde la gente empieza a ver cambios, a sentir que su participación tiene valor”. Tenemos que entender que, en un contexto como el nuestro, - en el que como se mencionó anteriormente, las personas han perdido la confianza en los procesos participativos-, es imperante que hagamos notar la importancia que tienen estos para trazar resultados visibles dentro de las comunidades. Estas necesitan resultados concretos, que tienen que ser evidenciados tanto a corto como a largo plazo. Si una comunidad que ha dedicado tiempo a un proceso de participación e investigación no ve un resultado, será muy fácil que llegue a desmotivarse y a sentir que estos procesos no producen ningún beneficio. Y es que aunque el resultado de mayor impacto sea uno que solo se vaya a lograr tras un largo periodo de tiempo, debemos procurar producir resultados a una escala menor, en un tiempo menor, pero que permitan inspirar a la comunidad.
Una de las reflexiones más importantes fue la de entender la construcción de la ciudad como un proceso colectivo. Pero, para lograr esto, el rol del arquitecto deberá cambiar. No se trata de que cada arquitecto diseñe su edificio con la finalidad de que este sea el más imponente, o el más atractivo. Se trata de crear una visión colectiva, en la que, como diseñadores, no estamos trabajando en la construcción de proyectos puntuales, sino más bien en la construcción de un paisaje urbano. Comprender toda la complejidad que existe dentro de la construcción colectiva de una ciudad es esencial si queremos lograr proyectos de mayor impacto.
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