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PROCESOS DE INVESTIGACIÓN ESPACIAL

Cuando estamos construyendo una nueva narrativa junto a una comunidad no existe una única receta que podamos aplicar. Cada comunidad, con sus miembros, idiosincrasia y memoria requiere un proceso que lejos de ser un machote se acople a las necesidades específicas de esta. En el conversatorio “Procesos de investigación espacial” con Alejandro Haiek, se profundizó sobre los procesos del trabajo en comunidad, y cómo a través de la especificidad de cada comunidad podemos llegar a transformar espacios, y co-crear proyectos que lleguen a representar un valioso legado dentro de estas. Es dentro de esas especificidades del territorio donde la memoria urbana y colectiva hace resonancia con el legado que se puede concretar desde la generación de infraestructuras públicas. Haiek apunta hacia una relación de trabajos que generan una “necesaria fricción” entre proyectos autónomos, inventarios de la memoria comunitaria, obras como operaciones abiertas de gestión, lo específico de un lugar puesto en valor y como se destilan herramientas de involucramiento en la localía.


Haiek nos habla de proyectos “que se construyen con tiempo más que con materiales” y nos presenta una valiosa reflexión sobre la capacidad del tiempo para agregar valor y construir legado. Cuando un proyecto ha estado dentro de una comunidad por un periodo de tiempo significativo, este necesariamente empieza a formar parte de la memoria colectiva de la comunidad. Sin embargo, el que exista dentro de esta memoria no supone que el proyecto sea valorado ni que esté articulado con el día a día de los miembros de la comunidad. Para Haiek, las ruinas, o edificios abandonados presentan una oportunidad para construir desde lo accidentado e impreciso. ¿Cómo se puede traer a la vida un proyecto que ha sido abandonado pero que sigue estando presente en la memoria de los ciudadanos? Debemos entender que para que un proyecto se logre sostener en el tiempo es importante que el mismo asuma un carácter de legado, que deberá pasar de generación a generación.


Así como el tiempo se puede conceptualizar como un material, nuestro entendimiento de lo “construido” debe ir más allá de la infraestructura física. Nuestros proyectos deben apuntar hacia la construcción de una red de relaciones comunitarias que permitan sostener las dinámicas del edificio o proyecto. Estas redes nacen cuando se crean acciones de empoderamiento a través de las cuales se logra experimentar la transformación de los espacios de manera colectiva. Estas acciones se pueden llegar a fortalecer a través de talleres participativos, entendiendo que para que los agentes de la comunidad experimenten esta transformación, es necesario que participen en estos talleres a lo largo de todo el proceso, y no únicamente al principio de este.


Como parte de la creación de estas redes de relaciones, Haiek destaca la importancia de cartografiar líderes y talentos de la comunidad. Este mapeo de agentes nos permitirá crear vínculos para la co-creación e involucramiento de la comunidad dentro del proceso. Entender y poner en valor los talentos de los miembros es esencial para lograr que estos tengan un rol activo y relevante en el proceso. Además, facilitará la ejecución de los proyectos y la apropiación de estos, puesto que se estarán desarrollando a partir de los talentos locales, y los miembros de la comunidad podrán ver reflejada la importancia de su participación.


Pero para que el mapeo de estos agentes tenga un verdadero valor no basta con hacer la lista de agentes y asignar tareas a cada miembro de la comunidad. Haiek menciona que la comunicación constante a través de diferentes plataformas y con información distinta es esencial para llevar a cabo los procesos de negociación y ejecución con la comunidad. Hoy en día la tecnología nos permite disponer de un sinnúmero de canales de comunicación (Facebook, Instagram, Whatsapp, etc.) a través de los cuales podemos facilitar la participación y permitir que todos los miembros de la comunidad se sientan involucrados en la discusión. Hoy, con la pandemia, es importante reflexionar sobre el papel que juegan estas tecnologías en el desarrollo de procesos participativos. Aun así, debemos comprender que muchas de estas tecnologías no están disponibles para todos los miembros de las comunidades con las que trabajamos, razón por la cual estos canales de comunicación virtuales siempre deberán ser complementados con procesos que involucren a las personas en espacios físicos.




Para Haiek, toda obra implica un “patrón circulatorio”, un ciclo en el cual estamos en un constante descubrimiento de recursos materiales y humanos. En este sentido, debemos entender que el trabajo en comunidad es un proceso abierto, que no acaba una vez que la construcción del proyecto ha terminado. Si logramos entender el tiempo como un material, podremos comprender que los “proyectos” (entendiendo estos no como el resultado construido físicamente, si no como las relaciones y vínculos generados dentro de la comunidad con el espacio) siempre estarán en una constante transformación, y que una manera de medir el éxito de estos es el rol que toman dentro de la memoria colectiva de la comunidad. Se trata de co-crear proyectos que lleguen a convertirse en un importante legado dentro de las comunidades y que con el paso del tiempo, su rol dentro de estas se refuerce, en vez de debilitarse y caer en la obsolescencia.



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